domingo, 29 de abril de 2012

1980- Cuento Corto

Pertenecíamos a una familia humilde, proveniente del interior del país. Papá falleció cuando éramos muy pequeñas.

En cuanto nos hicimos un poco mayores, mi mamá, corajuda como pocas mujeres de tan escasos recursos, decidió abandonar la falta de perspectivas del pueblo para venir a Buenos Aires, en búsqueda de trabajo y un futuro digno para sus hijas.
Pese a su limitada formación, sus sabias palabras nos inculcaron una natural inclinación a la curiosidad. 

-“Aprendan a comprender el mundo y podrán conocerse a si mismas”, decía.
Mi hermana y yo crecimos muy unidas, compartiendo amistades e intereses, aunque tuviéramos personalidades distintas. Todos la veíamos extremadamente idealista, inteligentísima, de espíritu obstinado. A mí, sin embargo, se me ubicaba como una niña dócil, más bien introspectiva  y  prudente.  
Formábamos una amalgama perfecta, sin fisuras, inquebrantable. Eso pensaba yo….
Los años transcurrieron cambiando el enfoque de nuestras vidas y de nuestro entorno. Nosotras maduramos, empezamos a tomar nuestras propias decisiones, gozando de libertad. La ciudad, por otro lado, perdió su juventud en manos de la injusticia, por su libertad extraviada.  Vivíamos tiempos revueltos en aquél entonces…
Un día escuchábamos en la radio noticias sobre la revolución electrónica, la amenaza nuclear, la reconstrucción del ADN humano. “El prodigioso avance de la ciencia y de la tecnología en detrimento de la humanidad”, decía el locutor.  Enseguida volvió a difundir noticias locales de contenido cuidadosamente elaborado, para evitar pronunciar algo que pudiese ser considerado inapropiado, penalizado por la censura implacable de la época.
Fueron momentos de la historia del país donde reinaba una calma aparente, otrora aclamada por el pueblo y que ya resultaba sospechosa.
Meditando sobre las palabras del locutor acerca del futuro de la humanidad, me sobrevino una idea que llevaba tiempo rumiando: “Me gustaría estudiar una carrera de ciencias sociales”,  concluí. Mientras, mi hermana exploraba absorta la mesa de estudios, como si estuviera hiptonizada... 

-Entonces le pregunté: “Ya sabes que carrera universitaria quieres cursar?”. 

-"De eso quería hablarte. Acompáñame”, sentenció.

Me agarró de la mano y me condujo por la escalera hasta nuestra habitación. Yo la seguía intrigada, sin comprender muy bien su excitación… En el cuarto se puso a esculcar en el placard. De súbito sacó un manojo de diarios extranjeros ; ” regalo de una amiga española”, remarcó . Me los mostró como si se tratara de un descubrimiento inigualable, de verdaderas obras de arte. Deslizaba sus dedos por imágenes y titulares, acariciándolos con ternura.   

-Entonces exclamó: “Quiero ser periodista!”.
Luego se quedó durante algunos minutos callada, mirando al horizonte a través de la ventana, y agregó: ”Quiero transmitir información a las personas para que comprendan el mundo y se conozcan más a si mismas”. ..

En ese instante se asoma mi mamá por el umbral de la puerta, llamándonos para almorzar.
En esa mañana de 1979 vibramos juntas gracias a la aventura de incursionar en una nueva etapa, de ser capaces de trazar el rumbo de nuestros destinos.
Estaba decidido: ella estudiante de periodismo y yo estudiante de sociología  Nos restaba providenciar todos los documentos necesarios, realizar las gestiones pertinentes y esperar al comienzo de las clases en marzo de 1980.
El verano del 79 fue inolvidable. Viajamos con los padres e amigos de la secundaria a  uno de los lugares de veraneo más concurridos de la costa. Estaba repleto de gente joven, había mucho ambiente.
Fue en la heladería donde mi hermana conoció a Nico. Afortunadamente mamá no estaba cerca, así que pudieron intercambiar miradas sin miramientos. El rostro de mi hermana se iluminó de una forma desconocida para mí. Se había enamorado...
Lo cierto es que dondequiera que estuviéramos mi hermana y yo, estaba Nico cerca de alguna manera. Era notorio que él también estaba fascinado por ella. FInalmente, una de nuestras primas los presentó. Se volvieron inseparables. Al menos por un tiempo…
Nico me resultaba muy parecido a ella: inteligente, enérgico y  carismático.  Se potenciaban gracias a la empatía extraordinaria que existía entre ellos: mi hermana plasmaba sus ideales y Nico los articulaba con elocuencia.
Volvimos a casa cuando terminaron las vacaciones. Ellos siguieron juntos. Se les veía muy felices. 

Confieso que me sentía celosa, dejada de lado por mi hermana; aunque me alegraba el corazón verla tan radiante.
Naturalmente mamá ya conocía a Nico y aprobaba la relación.  De hecho le tenía tanto afecto que lo trataba como a un hijo más. Inclusive le cocinaba sus platos favoritos… “Hasta a mi mamá Nico conquistó con sus reflexiones”, cavilé suspicazmente.
Sentadas en el living, charlábamos sobre el comienzo de la Universidad y de las expectativas que albergábamos. 

-Mi mamá le pregunto a mi hermana: “Que va a estudiar Nico?”. 

- Ella respondió: “periodismo, como yo”. 

- Mi mamá sonrió y le previno: “ustedes dos son como uña y carne, está bien. Pero no descuides tus estudios porque tu bienestar depende de ello”.  

Mi hermana asintió. Yo me encogí de hombros, resignada al hecho de que mi hermana pasaría más tiempo con su novio que conmigo.
Por fin, nos presentamos a nuestro primer día de clases. Éramos universitarias. Nos sentíamos orgullosas. Mi hermana, además, ya creía que podía cambiar el mundo.
La vida en la facultad era entretenida y agotadora. A mí me tocaba leer libros de filosofía, psicología y lengua. Me la pasaba leyendo. Así también consumía el tiempo mientras estaba sola. Sí, andaba muy solitaria...  Todavía no había hecho nuevas amistades, pese a los casi 8 meses que llevaba de cursada. Me costaba, era tímida.
Asimismo mi hermana ya no estaba disponible. Entre sus estudios, Nico y su grupo de amigos pensadores, ya no tenía tiempo para mi.
Nos encontramos a comer un mediodía, ella y yo. Yo sentía resentimiento por su abandono. Ella se dió cuenta naturalmente, me conocía muy bien. Así que empezamos a hablar, en principio. 

-“No entiendo porque me reprochas. Nos vemos todos los días en casa. Por qué no haces nuevos amigos?”, me lo soltó a destajo. 

Me dolía que no percibiera que la extrañaba. No pude contenerme y le vocifere:

- “ Eres una egoísta! Ahora solo quieres saber de tus nuevos amigos, según tus intereses…”.   

Y empecé a llorar. Me fui. No quería brindar un espetáculo gratuito en un lugar público.
Más tarde, ya en casa, tumbadas en nuestras camas, mi hermana susurró: 

- “Elena, yo te quiero mucho”. 

- “Yo también”, le contesté y apagué la luz.
En la mañana siguiente, mientras desayunábamos, yo no podía siquiera mirarle a los ojos. Me encontraba avergonzada por lo que le había dicho  y temía que la armonía de la relación se hubiese roto de forma irreversible. Mi hermana parecía irritada, se movía sin cesar.  Así se ponía en verdad cuando la culpa le hostigaba.
De camino a la Universidad, decidimos no hablar de la desavenencia ocurrida. Dialogamos sobre los estudios, sobre la gente de la facultad. Entonces le confesé que me gustaba un chico de tercer año de Psicología. Me miró sorprendida y me recriminó que no se lo hubiese contado antes. “Porque ya no te interesan mis asuntos”, le suspiré cabizbaja.
Fue la mañana de nuestro reencuentro. A partir de ahí empezamos a juntarnos regularmente a tomar un café entre los intervalos de las clases. Estábabamos prácticamente en el mismo edificio, por lo que nos encontrábamos en la placita del campus.
Volvimos a intercambiarnos confidencias y a charlar sobre los eventos conturbados que acechaban al mundo en esa época.  "En gran parte de America Latina corren días grises donde la opinión de todos se sometía a la voluntad individual de algunos", solía reflexionar mi hermana
Y llegó diciembre de 1980. Recuerdo que las calles porteñas lucían sus fornidos adornos de navidad y en la radio no paraban de sonar canciones de los Beatles.
Nos juntamos como de costumbre en la placita. Pretendíamos definir los regalos navideños que queríamos comprar. En el interín, se acercó uno de los amigos pensadores de mi hermana. 

-“Han oído que mataron a John Lennon?”, nos lo comentó indignado. 

Y nos mostró una foto de John con un hatta en la cabeza. 

- “Este conocido pañuelo simboliza el eterno sacrificio que el pueblo palestino hace por su libertad”, mencionó.   

Se miraron cómplices, mi hermana y él. No se porqué me subió un escalofrío por la espina a causa de esa mirada. Mi intuición presagiaba algo terrible.
Su amigo se fue. MI hermana se marchó tras él. Pareciera que la muerte de John Lennon hubiese desatado alguna urgencia que yo no lograba comprender.
Así que la seguí y la hallé debatiendo fervorosamente con sus amigos filósofos. Ni siquiera se percataron que me habia sumado al grupo. Se escuchaban gritos de reivindicación por los derechos civiles, por la libertad. Hablaban de artistas exiliados y jóvenes desaparecidos. 
Incluso vociferaban la historia real de una prima de uno de ellos: una estudiante de secundaria, de apenas 16 años, que desapareció misteriosamente hacia 4 años. Ella pertenecía a la UES , una agrupación que había reclamado en 1975, ante el Ministerio de Obras Públicas, el otorgamiento del boleto de autobús con descuento estudiantil secundario.  

Nico no estaba entre ellos, en esa ocasión…
En medio de tanto ardor, me acordé de aquél locutor periodista, su prudencia al difundir las noticias de cuño local. La realidad es que él seguía impartiendo noticias, mientras que la voz , la visión del mundo de la estudiante de secundaria, fue acallada. 

Temí por mi hermana. Era consciente de que ella había elegido los pasos de la estudiante, en lugar de los pasos del locutor.
Cuando me dí cuenta, ya era un poco tarde. Su convicción era tan extraordinaria que de poco o nada sirvieron mis consejos. Me sentía impotente, conforme continué sintiéndome en los meses, años sucesivos
Sí, lo inevitable sucedió. En un día nublado, a mediados de diciembre de ese año, el comando militar visitó la facultad sin previo aviso. Los maestros intentaron detenerlos, pero no hubo manera. Se llevaron a mi hermana y a casi todos sus amigos pensadores, bajo la acusación de subversión del sistema. Y como ejemplo para los demás, quemaron todos los libros, anotaciones y diarios “subservisos” que tenían en su poder, en la misma plaza central del campus.
En la misma plaza a la que acudiría yo, a partir de su secuestro, para conectarme nuevamente con mi hermana, con nuestras conversaciones diarias...
Mi mamá recurrió a la policia  y a todos los organismos de justicia de la capital. Buscaba desesperadamente a su hija. También a Nico. La mamá de Nico y mi mamá se unieron en detrimento de la triste causa común y acudían todos los días a tales organismos.
Pasamos unas fiestas melancólicas, cargadas de desesperanza. A medida que pasaron las estaciones, sin recibir noticias alentadoras, mi mamá fue cayendo en una profunda depresión.
El estado de impotencia que antes me asolaba debido a las ideas liberales de mi hermana, permanecía. Aunque volcado al sufrimiento de mi madre…
Las clases hubiesen continuado siendo las de siempre, de no ser por las miradas de soslayo de alumnos y profesores que denotaban  pánico y lástima mezclados.
“Vivimos tiempos revueltos…Tiempos de una sigilosa inseguridad”, pensé…
Corrió el año de 1981: bajo el yugo del rencor y de la apatía. Yo estaba inmersa en una burbuja de libros y ausencia. Mi mamá actuaba como una máquina disciplinada, una trabajadora que emitía su reclamo cotidiano, a merced de sus sentimientos perturbados.
Me encerraba en la biblioteca; era mi rincón preferido. El único adonde el silencio no me hería el alma. Pasaba incontables horas entre la presencia de muchos y ausencia de todos.  Y así 2 años más de mi vida transcurrieron.
Un día, en ese mismo rincón, un chico se sentó enfrente mío. De apariencia debilucha y rostro afilado, parecía un chico más del montón; salvo porque no me miraba de reojo, sino más bien me encaraba. Coaccionada reaccioné: “Por qué me miras tanto?”. Sin preámbulos me preguntó: “Eres la hermana de Mercedes Fernandez, verdad?”
Palidecí. Un maretomo de sensaciones recorrió mi cuerpo en un santiamén. Finalmente atiné a responder que sí. 
- “Yo sé donde está Nico”, atestiguó el chico debilucho .
- “Cómo que sabes donde está Nico… es que está vivo?!?”, clamé. 

- “Sí, sí… Yo fui a alistarme al servicio militar y lo conocí. Un flaco muy piola, buen conversador” - yo lo miraba atónita- 

- “él lleva en el cuerpo aproximadamente dos años. Me dijo que ha sido convocado al frente de la Guerra de las Malvinas…”.
Entretanto el chico de rostro afilado pronunciaba sua declaración de simpatía hacia Nico, un atisbo de mi esperanza se mostró a través de la amplia sonrisa que le brindé. Y le interrumpí de pronto: 

- “ Sabes dónde está mi hermana?!?" 

Él me dijo que quizás sí. Me levanté de la silla como si fuera a volar. Y volví rápidamente: 

- “cuéntamelo todo, te lo ruego”.
Me detuvo por 2 horas. Contó que Nico le habló mucho de su amada, que la había encontrado en un hospital, enferma de pulmonía a causa de los malos tratos y que elaboró un plan para sacarla de ahí. Además me confirmó que Nico logró eludir a la persecución del gobierno de facto gracias a un amigo suyo. Un general del ejército que lo incorporó a su batallón y accionó diferentes contactos con el fin de sacar su nombre de la lista de los subversivos. Tras unos minutos de asimilación, le pregunté: 

- “Por qué Nico no buscó a su familia?”. Y me negó que supiera el motivo.
Creo que fue uno de los días más felices de mi vida. Sin duda lo fue...
Decidí no compartir con nadie, ni con mi mamá, la información que había obtenido. Quería primero asegurarme de su veracidad y evitar que todos sufrieran aún mas sinsabores. A sabiendas de la localización exacta y el regimiento al cual pertenecía, logré comunicarme com Nico. Lo llamé por teléfono y combinamos una cita.
Mi pecho latía con mucha fuerza, parecía que iba a explotar. De entre los árboles, avisté la silueta de Nico. Corrí hacia él. Lo abracé con mucho cariño y con lágrimas en los ojos. Su presencia también hacia con que sintiera a mi hermana  más cerca…
Charlamos toda la tarde y me dió uno de los mejores regalos que he recibido jamás.
- “Acabo de llegar de Entrerríos”, me comenta. 

- “Hoy es un día maravilloso para mí: puedo gozar de mi libertad totalmente”, compartió.
- “Me recluí en el ejército para salvar mi pellejo, pero ahora ya no lo necesito. Mi amigo el general finalmente logró limpiar mi ficha”, suspiró aliviado.
Entonces todo su rostro me sonrió al empezar a contarme sobre el plan que llevó a cabo, de como consiguió trasladar a mi hermana, camuflada con su tropa, hasta Malvinas. Y que allá Mercedes permanecía, saludable y confiante en que pronto regresaría a casa.
- “Y Por qué no podemos verla??!!”, le pregunté. 

- “Porque es una prófuga, según los militares...Por el momento tenemos que ocultar su paradero…”, me alertó.
Deseaba volver a casa cuanto antes para contárselo a mi mamá, asi que besé a Nico y le hice prometer que se comunicaría con su madre inmediatamente.
Mi mamá me aguardaba ansiosa. Yo solía regresar antes de la facultad, por lo que estaba preocupada.
Pedí que nos sentáramos en el sillón y compartí las buenas nuevas.  Lloró de emoción durante 1 hora, abrazada a mi regazo-.
La espera fue sin duda más gratificante que la desesperanza. Así que los meses consecutivos fueron muy llevaderos.
Y llegaron las fiestas. Fueron especialmente jubilosas en ese año. En el 10 de diciembre de 1983, Argentina abrió nuevamente las puertas a la democracia.
Mi hermana regresaba a casa.

sábado, 28 de abril de 2012

Bar Contreras- Cuento

Bar Contreras - Cuento Corto

Que alegría verte!, exclama Juan al llegar en el bar Contreras, a la hora pactada.

Cierto, hace mil que no hablamos, coincide Pablo cuyo brandy no suelta ni siquiera para abrazar a su amigo.

Se dan un beso en la mejilla, muestra del grado de amistad que aún los une.

Entonces dime, en qué andas? Sigues casado con Magdalena?, pregunta Pablo

No, que va... Nos separamos hace 2 años, confiesa Juan

Hum, qué bajón! Ustedes tuvieron hijos, no?

Sí, sí, tenemos 2 varones. Ricardo tiene 11 años y Antonio tiene 8.

Cómo se lo tomaron? Ya se adaptaron a la nueva situación familiar?

De a poco van acostumbrándose. En verdad Antonio lo lleva un poco peor.

Sí, es natural. Con el tiempo todo se asentará, afirma Pablo alentador.

Juan se queda pensando abstraído. Pablo se mantiene callado, imaginándose que su amigo recuerda a su ex mujer y que quizás todavía la extrañe…

Como para cambiar el tono de la conversación, le pregunta: Y de mujeres, qué onda?

De pronto, el semblante de Juan se transforma. Le sonríe a Pablo con aire picarón, le da una palmadita en la espalda y le dice: “te tengo que contar una historia que no te la vas a creer”.

Y le pide al mozo otra ronda de brandy para los dos.

Sentémonos, dice Juan mientras agarra a Pablo del brazo, forzándole a sentarse a su lado.

Pablo se acomoda en el banco y aguarda ansioso.

Te acuerdas de Diego? Uno de los chicos de nuestra pandilla de la universidad?, pregunta Juan

Pablo medita, da vueltas y suelta una carcajada. ““Me estás jodiendo?!? Diego, el loquito, el infiltrado?”, grita.

(Todo el bar enfoca la atención en la conversación de Juan y Pablo a partir de ese chillido)

Juan asienta con la cabeza mientras se toma un largo trago del Cordon Blue. Se limpia la boca con la manga de la camisa, le mira fijamente y continua: lo reencontré de casualidad en un recital de Ramones hace un mes. Está igual, en todos los sentidos…
Y suelta una sonrisita irónica que Pablo capta de inmediato y retribuye.

Pero dime, volvieron a verse después del recital?, le cuestiona Pablo.

Pues mira, él me anduvo llamando durante días y no le respondía los llamados. Sin embargo llegó una instancia en la que ya me sentía culpable, mala persona por no darle bolilla. Así que lo atendí.

Juan hace una pausa para engullir una bocanada de humo de su pucho y prosigue:
la cosa es que finalmente quedamos un día a cenar, en un restaurante mejicano que él sugirió.
Como no sabía muy bien adonde quedaba el lugar, Diego se ofreció para buscarme con su auto y yo lo acepté.

Ya en su auto lo notaba demasiado excitado, inclusive pensé que podría haber consumido alguna droga, pero luego me acordé que él siempre estaba sobresaltado. Traté de mantener la buena onda, evocando recuerdos de nuestros encuentros veinteañeros, mientras desconocía los planes que ya tenía elaborados en su mente.

En ese momento, Juan se detiene porque se atraganta con las ansias de risa que le invaden. Respira hondo y agrega: Fue una noche inolvidable Pablo, inolvidable…

Te voy a llevar a un boliche que te va a volar el bocho*, me soltó de pronto . Entonces lo escrudiñé, desconfiando de su elección, y le pregunté qué clase de programa había planeado.
Me trató de convencer para encontrarnos con un par de amigas suyas, rogándome que le hiciera la gamba porque le gustaba mucho una de ellas.

Pablo pide otros 2 brandies y exclama con palabras torcidas: Me imagino lo que serían esas amigas!, descorchándose de la risa mientras atina a encajar su cola nuevamente en el banco que tambalea.

Juan afirma: no amigo mío, no te imaginas lo que eran esas chicas... Yo tampoco me lo imaginaba, la verdad. Lo cierto es que terminé por acompañarlo.

Fuimos a un boliche oscuro, con la fachada manchada por las huellas de la dejadez y un letrero rojo que indicaba Paradis; su aspecto era decadente en general, no solo por la “e” de Paradise que se había desplomado sin que nadie se preocupara por arreglarla.

Al entrar, me percaté que había pocos hombres y muchas mujeres con poca vestimenta y labios carmesí. De repente me dí cuenta de todo... Lo agarré a Diego del brazo y lo apreté: boludo, esto es una casa de putas! Como no me dijiste que pretendías venir acá!

Él se puso muy nervioso, subiendo y bajando sus anteojos de nerd compulsivamente. Yo lo miraba con las manos en la cintura, en posición de jarra; estaba realmente molesto porque me había mentido.

Entonces confesó que hacía meses que no dormía con una mujer y que no había tenido valor para informarme de la totalidad de sus planes. Pero que lo que sí era cierto es que necesitaba que yo le ayudara...

Pues bueno, me quedé. En verdad no me parecía tan terrible. Al final consistía en tener a varias beldades acariciándote mientras te tomabas un brandy.

Uno, dos, tres, siete, no sé. Unas cuantas copas fueron…

Entre ronda y ronda, se acercaron las “amigas” de Diego. Era un hecho, él las conocía. Probablemente fuera cliente asiduo de Paradise...

Una de ellas se pegó un metejón* conmigo, o con mi billetera más bien. Deslizaba sus uñas por mis pantalones como una plancha a vapor, sin dejar ni una sola arruga. Ni un pedacito de paño quedó sin ser “planchado”.

Y claro, entre la dosis sobrehumana de alcohol que ingerí y las caricias de la señorita de uñas punzantes, estaba totalmente rendido...

Pablo señala cómplice: es que bajas mucho la guardia ante tal escenario...

y pregunta: Qué pasó con Diego? Adónde estaba mientras te entregabas a los cuidados de una de sus “amigas”?

Diego estaba en unos sillones, “apretándose a otra señorita”. Bueno, en realidad ella lo cubría como un manto, lo encapsulaba… La tipa medía 1,80cm y Diego, ya sabes, no pasa de 1,60cm. Una escena un poco grotesca, dice Juan burlándose.

Y cómo siguió la noche entonces?, pregunta Pablo excitado.

Nada, como te digo la señorita me tenía a merced de sus encantos y al fin me condujo a uno de los cuchitriles del respetable establecimiento.

Y Diego?, insiste Pablo

También subió con una señorita a uno de los aposentos.

Pablo aporrea la barra del bar con su copa de Cordon Blue y vocifera: “Una noche inolvidable sin duda. Diego te habrá agradecido”, guiñándole un ojo.

 (la audiencia interesada pega un salto ante la tensión del golpe de la copa en la barra de madera maciza)

No sé que decirte. Creo que en verdad no fue una buena idea que fuéramos a ese lugar…

Pablo lo mira aturdido: Bua, no entiendo nada. Al final Diego no consiguió lo que quería?

Déjame contarte el resto de la aventura... ataja Juan

Yo estaba en medio de la exploración detallada, entre hipo e hipo, de las virtudes de mi acompañante.

No habían transcurrido más de 20 minutos desde que nos habíamos recluido en el cuarto y, de repente, sonaron golpes insistentes en la puerta.

Mi acompañante gritó que el cuarto estaba ocupado. Y se oyó una voz al otro lado, gritando mi nombre. Ella me encaró esperando que yo reaccionara, pero no registré la situación. O sencillamente me negaba a registrarla…

Claro, la voz chillona era de Diego. Dentro de mi borrachera creo que alcancé a distinguirla aunque no sabía qué decía exactamente.

Dada la perseverancia de sus golpes, mi acompañante se medio vistió y le abrió la puerta. El vino derecho hacia mí y me arrastró hasta el baño del cuarto. Y nos encerró adentro. Empezó a decir con una convicción disparatada que había desistido de acostarse con una de sus amigas y que quería marcharse cuanto antes.

Por un momento, pensé que lo que escuchaba era fruto de mi estado de ebriedad, ya que todo me parecía demasiado surrealista a esa altura. Al fin atiné a preguntarle por qué quería marcharse con tanta urgencia.

Para mi total asombro, me dijo que no le gustaban las prostitutas porque su agrado era falso, íntimamente relacionado con los billetes que estuvieran en juego. Además se quejó que le había tocado una acompañante que no era la que a él le gustaba especialmente. Se le notaba frustrado…

Entonces le incentivé a que pidiera un cambio, para que le asignaran la chica que quería. Se negó y susurró a regañadientes que su “chica” estaba ocupada, atendiendo al que últimamente era el dueño de sus favores: un empresario de 60 años que la trataba muy bien, brindándole infinidad de regalos, para ella y para su hijo.

Acá hay una pizca de celos, pensé. Pareciera que Diego en realidad estaba enamorado de una prostituta sin sentimientos, el mismo género que él aparentemente rechaza… y procura.

Yo lo quería asesinar, aunque me embistió una ola de lástima a causa de su alma confundida. En una fracción de minutos mi cabeza se pobló de eventos vividos en los cuales Diego mostró su ambigüedad, su cobardía ante los propios deseos, ante las consecuencias de las actitudes tomadas.

Pero antes de que pudiera reaccionar, él abrió la puerta del baño y me dijo mientras salía que me esperaba afuera para que nos marcháramos.

Yo tardé unos minutos en digerir lo que estaba sucediendo. No me quedaba otra, habíamos ido en su auto y yo no tenía ni idea de mi localización. Me tenía que ir con él.

Empecé a vestirme. Mi acompañante me miró burlona y preguntó: volverán la semana que viene? Yo le respondí que no sabía, que capaz. Ella incisiva agregó: tu amigo seguro que sí…

Juan sorbe las últimas gotas de su copa, dando por zanjado el cuento. Y fija sus ojos, pensativo, sobre unas fotos de algunos célebres jugadores de fútbol, colgadas en una de las paredes del bar Contreras.

Pablo se solidariza al verle tan preocupado y dice: “Diego siempre ha sido una fuente inagotable de anécdotas… Seguro que nos divertimos juntos. Invítale para que venga a tomar algo con nosotros en la próxima ocasión”, sonríe complaciente.

Sí, dale! exclama Juan. Así Diego sociabiliza en otro tipo de “boliches”… Le va a venir muy bien, le va a venir muy bien...Concluye

domingo, 22 de abril de 2012

El cielo

El cielo luce muy oscuro ahora,
cautivo de las tantas palabras eclipsadas
que yacen en los giros de mi pensamiento

Se reconoce huérfano indeleble,
aislado en la inmensidad de lo que ha sido
en el cuenco de las ilusiones hoy apagadas

En él vibra la carencia de expectativas
cuyas expresiones se distinguen en el polvo
mientras susurran fulgor reducido a sombra

Sí, también se reconoce unidad universal
un ente integral con alma, formas y fondo
quien comparte su totalidad con el entorno

Pero se encuentra vacío de pretensiones
sólo ante los tifones de los recuerdos vivos
que palpitan encerrados en la noche infinita

En esa noche infinita con la soledad incompleta
recita versos sobre cometas, astros cadentes
legajo del tiempo que camina en la penumbra

Versos borrosos que atrapan al deseo latente,
lo dejan en el limbo, en nebulosidad consentida,
impidiendo que se asome un mañana incipiente

Por tanto el cielo formado de sueños ausentes
de estrellas fugaces que limitan los sentidos
luce finalmente hueco, despojado de si mismo

sábado, 14 de abril de 2012

Presentes y perplejos

Las agujas del reloj con su cadencia
simbolizan la perpetuidad del ahora
momento jubiloso que el niño adora
para lucir su vibrante consciencia...

Con inagotable fuente de intuición,
y notable ingenuidad características,
juega con todo carente de pretensión
dispuesto a sorprenderse sin premisa

Perplejo, sin pasado, futuro o razón
con tacto, paladar y ojos inquisitivos
se ciñe a los efectos, a la sensación
del instante sagrado e imprevisto...

Así se viste de gloria el alma reverente
al escuchar la voz emotiva del presente
la esencia de lo divino en cada oración
del diálogo del mundo con su corazón.

martes, 3 de abril de 2012

En la bahía

Circula la brisa en la tarde acalorada
peinando los azulinos bucles de mar
remueve la atlántica masa estancada
la que el sol palpa con mano estelar

Por la pacata masa de carácter marcado,
de espalda fuerte con simétricas colinas
atraviesan barcos con el motor acelerado
y subrayan con espuma el agua cristalina

La arena de cristales blancos y dorados
escurre por los dedos como sal refinada
refleja como espejo la bahía iluminada
y abraza el paisaje de océano empapado

A medida que el sol se rinde a la muerte,
tras librar sus batallas, le toca su suerte,
entre los gemidos de pájaros atribulados
se perfila en el cielo su final anaranjado

Así concluye más un día de otoño colorido
con fresco aroma cítrico, base de tono rubí...
el sol da a la bahía un beso ámbar enrojecido
y le dice: hasta mañana, ahora he de dormir.