En el árido paisaje del desencuentro
somos hoguera de aire y sarmiento
nómadas dispuestos a emigrar
desertores del arte de amar
En esa explanada sórdida, huera
la vanidad de la inmediatez impera
en círculo vicioso, legítima espera,
de la luz que en nosotros está
Luz anonadada, constante frenesí
tempestad de deseos incesantes
cual arena, vuelan en un instante
siempre a procura de un sí.
Fulgor convicto, deceso paulatino
resignado al curso del destino
del infausto corazón subyugado
por lo nimio, por lo enmascarado
Es paraje inhóspito, incoherente,
que se declara miope e indolente
renuncia a la luz, a las estrellas
al encuentro y a sus huellas
Existe, mora en apariencia
en la penumbra, en la ausencia
desprovisto de autenticidad
en anestesiada oscuridad
Es paraje perfilado por el miedo
a la entrega, a la vulnerabilidad...
Finalmente paradoja y agüero
de la auto impuesta soledad
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