lunes, 28 de noviembre de 2011

El orden natural

¿Por qué, oh dígame Señor, el río frondoso se desvía
del caudal de aguas frías, para secarse en el desierto?

¿Por qué las briosas estrellas relucen todo su esplendor
y el cielo nublado e impúdico insiste en hacerles mella?

¿Por qué el calor servil, pese a la alegría que nos brinda,
culmina su camino en la penumbra del desabrido frío?

¿Por qué la rosa bella y etérea, que florece en primavera
sucumbe ante lo adverso, en el gris e inhóspito invierno?

¿Por qué, le ruego una respuesta, ese amor que concedo
perdura en un enredo de tamaña incerteza impuesta?

Entonces suspira la brisa entre las ramas de los robles,
asciende por sus cuellos hasta sus copas mediterráneas...
Desde lo alto, con sapiencia, clama de forma espontánea:

En el orden divino, el cambio es el destino, de las almas aprendices
Es la vida en su influjo, cautiva del embrujo, producto del momento,
acéptala en su torrente, siendo consciente, de su ciclo y tus matices.

Libra a tus anhelos, di sí a la conjunción empero, otro regalo del tiempo.
Vive el hoy en su brizna, en definida consigna, como lo hago yo... El viento.

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