Ya no diré que eres mi hombre
en la charla de café con amigas
a la noche cuando cae rendida
ante tus letras, las de tu nombre
Cada letra tuya es una campanada
tan fiera que estremece las paredes
de mis oídos que aturdidos a veces
son mero eco de una T pronunciada.
Te callaré en mí adorado nombre…
Paulatinamente dejaré que tus letras
languidezcan en el viento curandero
así libre el silencio antes prisionero
serene la avidez de mi alma reseca
Entonces no les diré que te extraño
Ni a las amigas, ni a la noche desolada
Y con el soplo del viento y de los años
callaré la voz de esta pasión obstinada.
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