Arriba quema un árbol
cuyas enormes raíces,
ancladas en la noche,
son hitos de sabiduría
De su tronco añejo
desabrochan las ramas
como gotas estelares,
madera radiante
Y esas gotas de a poco
forman el cósmico polvo
de la fe y la agonía
Polvo de luz que agita
a las ramas que no mueren,
más bien crecen, enraizan
en el círculo brillante
¿Qué sería de la noche
si el corazón no desease
pintar de luces a su cuerpo?
Hoy ella puede ser azul,
naranja, hasta blanca
como un lienzo nuevo
Ser todos los colores
vivos como pecho de niño,
y con sus tonos, variantes,
dibujar el destino
Así el árbol estrellado
será siempre obra maestra
pintura, grabado o retrato,
de la perenne existencia
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