viernes, 18 de mayo de 2012

El encuentro y sus diversas facetas

En el barrio donde crecieron, todos los vecinos las conocen como las hermanas postizas. No solamente porque son hijas del mismo padre, sino más bien, porque Marina es hija ilegítima, fruto de una relación extramatrimonial que el padre de Celeste mantuvo durante muchos años.  

La madre de Marina falleció cuando era una adolescente. Antes de su muerte, Marina no había convivido con su padre, puesto que él no la había asumido como hija por aquél entonces. Por lo menos abiertamente, ya que todo el barrio lo sabía. Era un secreto a voces. Un secreto que se convirtió en una sentencia cuando Marina se quedó sola en el mundo. Todos los vecinos comentaban el suceso y criticaban la postura del famoso padre prolífico. Así que la madre de Celeste, alma engañada, bondadosa y subyugada, adoptó a Marina en el clan familiar pese a la humillación que representaba. A partir de ese momento, Marina se transformó en la hija agregada gracias a la culpa, enmascarada de buena índole.

Apesar de la actitud de la familia Morales, Marina nunca los reconoció como padres. Tiene una carácter aguerrido y hermético. Con la única que mantiene una relación puntualmente franca es con Celeste...

Una noche se encuentran para cenar, en uno de los restaurantes más solicitados de la urbe. Suena Jazz como música de fondo y  una luz tenue inunda el espacio. En el techo, hay un laberinto de espirales de acero, desde las cuales se cuelgan cadenas finitas, formando cascadas de metal.

Es, sobre todo, un lugar de almas disponibles al encuentro amoroso; encuentros que presentan sus diversas facetas, insignias del desencuentro.   

Llevan ya un par de cervezas. Charlan animadamente, mientras ojean alrededor las opciones del mercado.

¡Te he dicho que no lo llamaras!, exclama Marina

Pero es que hace mucho que no sé nada de él… Solamente le dejé un mensaje- se excusa Celeste

-Ay, por favor, apenas conoces al tipo. Hace menos de una semana que se vieron y estás padeciendo nuevamente de ansiedad crónica- pincha Marina, con púas en la lengua.

-Bueno, no hace falta que me hundas más… En verdad necesitaba estar segura que aún se interesa por mí.

-Pero Celeste… En general ya sabemos qué interés tienen…. ¿Te lo dibujo para que aprendas de una vez?- Marina descarga mordaz

- No quiero seguir charlando contigo, logras que me sienta peor…- susurra Celeste cabizbaja

- Bua, ok, no es mi intención verdaderamente. Aunque debo confesar que me saca de quicio tu ingenuidad demodé.-

Mientras se toman un sorbo de sus daiquiris de frutilla, avistan en la recepción del restaurante, al tipo más deseado de toda la ciudad; o, al menos, de todos los bares de moda que ellas frecuentan. Se acerca al salón, caminando con aplomo, desfilando por el piso de tarima flotante como por una pasarela de alta costura.

Las dos embebecidas, miran al gentilhombre hasta que él se acomoda en su mesa. Está acompañado, en esta ocasión, de cuatro chicas cuyas fisionomías representan fielmente la variedad del género femenino, en su estado de pulcra perfección. Una rubia, una pelirroja, una morena y una negra.  “Beldades para todos los gustos”, así se llama la foto.

-Es increíble el poder de seducción que ejerce Fernando sobre mujeres- atestigua Celeste

-Es que tiene varios encantos irresistibles: guapo, exitoso profesionalmente y buen amante, entre otras cualidades.- dice Marina

-Bua, eso de que tenga buen desempeño sexual es muy relativo… Depende de las circunstancias y del grado de intimidad que exista entre los amantes. – aclara Celeste.

-¡No lo compliques tanto, por favor! El tipo es buen amante y punto…. ¿De qué grado de intimidad estamos hablando? Él no se involucra sentimentalmente con nadie. Está disponible para que disfrutemos de sus atributos físicos y monetarios sin más...– enfatiza Marina

-“El amor puesto que es llama, que sea eterno mientras dure”.  Creo que esta frase, de uno de los sonetos de Vinícius de Moraes, casa muy bien con lo que describes- indica Celeste, compartiendo su visión romántica empedernida

-Bueno, bueno… Es que no tienes arreglo… ¡Deja de soñar! ¡No estamos hablando de amor, estamos hablando de sexo!- exclama Marina, un poco excedida de tono

Ese arrebato de Marina despierta la atención de gran parte de los comensales. Inclusive la de Fernando. Marina se percata de tamaña oportunidad y le despliega la mejor de sus sonrisas. Él se la retribuye.

Celeste avergonzada, recrimina el grito de su hermana; aunque su reclamo resulta improductivo. No le da oídos. Entonces Celeste se dedica a vigilar las expresiones de los presentes, quiénes aún las encaran indiscretamente, mientras Marina sigue atrapada en los movimientos de la mesa doce.

Como para olvidarse de su incomodidad, Celeste confiesa:


-No sé cómo haces para no sufrir… Yo pienso que si uno convive, se encariña... Al fin está expuesto al sentimiento… ¿Es que acaso no deseas sentir algo verdadero?

- Yo siento algo verdadero... Y momentáneo. No lo entiendes… Tienes que actuar como hago yo; no genero expectativas. Y siempre tengo sexo disponible, ya sabes.- declara Marina con donaire de experta

-Es cierto. Ahora salgo con el contador al que he llamado- que dígase de paso, no es un gran amante. Sin embargo he cruzado mares desérticos, épocas de total escasez de recursos masculinos- señala Celeste, siempre más modosita

-Sí, sí, jajaja. Fui testigo ocular y auditivo de tu estado de histerismo durante esos “mares desérticos”

-Definitivamente. Así  no se podía estar... ¿Te acuerdas cuándo le pedí al recepcionista del hotel de Sevilla un "follo", en lugar de un folio? ¡Qué horror!... La cara del recepcionista, en una fracción de segundos, transitó de transmitir una postura profesional, a una intermedia de aturdimiento, para culminar en aires de total disposición... Estaba claro que tuve un acto fallido. Mi cerebro pedía folios... jajajaja-

-¡Sí! Yo confieso que soñaba despierta, con la esperanza de que saltaras el deck de la recepción y le dieras un beso de película... ¡jajaja! Como era previsible, eso no ocurrió. Estoy segura que el recepcionista se acordó de tí durante toda esa noche... -

-A lo mejor se acordó de mí, sí, sí... Jajaja. Yo, sin dudas, lo recordé y lo recuerdo…Sobre todo a su mirada encendida...-

Mientras Celeste rememora ese momento- oralmente erótico- con el recepcionista, se acerca el camarero dispuesto a tomar nota del pedido. Marisa, ágil como una raposa, se muestra dubitativa en relación a qué ordenar como plato. Así que decide preguntar al camarero qué platos están consumiendo en la mesa doce; ya que ha visto que él se los ha servido y lucen muy sabrosos... Evidentemente, la pregunta viene de la mano de señales hacia la mesa en cuestión, captando totalmente la atención de sus comensales. Celeste observa atenta la táctica empleada.


-Has reaccionado astutamente querida. Realmente impactante... Frecuentamos este restaurante desde hace varios meses y siempre estás pendiente de Fernando... ¿Te gusta mucho el tipo, no?- 

-Me atrae y punto... Me explico mejor: Son años de vuelo, muchos aterrizajes forzados, despresurizaciones  de cabinas, viajes sin placer… Las intenciones de los sujetos suelen sufrir cambios drásticos. Es como una enfermedad crónica. No, no, no vale la pena volar muy alto, porque depende del viento que le dé a ese amante alzado, sus buenas intenciones pueden estrellarse contra alguna montaña:  ora por los diversos personajes en escena- la oferta del día- ora por el despertar de algunas de las neurosis añejas que portan consigo.- proclama Marina

-Quizás sea cierto lo que afirmas... El contenido no resulta muy feliz pero lo has dicho de forma muy poética-

-Lo dicho: son años de vuelo querida. No es arte, ni ciencia… Es experiencia – contesta Marina

-Jajajaj. Me has convencido, nunca más vuelvo a llamar a un chico. Hay que manejarlos según se nos antoje- bromea Celeste

-Sí, sí... Hay que ser fría, estratégica, llamarles según tu conveniencia. En definitiva, jugar como juegan ellos… Recuerda eso: somos todos artículos de consumo, consumidos por el deseo y descartados cuando no somos bienvenidos.-  afirma Marina con un cierta amargura

En ese momento se levanta Fernando para ir al baño. En lugar de caminar por el pasillo del fondo, junto a  la pared que termina en el toilette, decide esquivar diversos obstáculos para pasar junto a la mesa de Celeste y Marina.

Marina oportunamente se agacha, simulando que se le ha caído el encendedor. De modo que resalta su escote pronunciado, mientras desliza sus manos por las piernas de Fernando, que justo pasa por la mesa. Fernando sonríe picarón, en señal de aprecio al gesto, y sigue el camino.

Celeste contempla la escena compenetrada, tratando de no perder ningún detalle de las técnicas de seducción que emplea su hermana con tan notable habilidad. Está cansada de decepcionarse a sí misma con los hombres, de construir relaciones inexistentes, basadas en los deseos propios y en las ausencias ajenas…

Marina, regocijándose de su desempeño, le dice a Celeste:

-¿Has visto como me ha sonreído? ¡Es mío! ¡De hoy no pasa!- afirma convencida.

-Sí, sí, te ha sonreído. Está claro que tu escote le ha agradado especialmente.-

-¡Muy bien observado!  En esos detalles está la clave del éxito. Con las armas que tenemos las mujeres, es sencillo conquistarlos por los ojos-

-Sin dudas… ¿Y cómo nos conquistan ellos? ¿Qué armas usan?- inquiere Celeste confundida.

- No sé… ¿cuáles serán?... quizás las que queramos asignárselas.- reflexiona Marina

- Sí, muy cierto. A nosotras nos gusta un chico por una serie de factores...

- Características que tengan ellos y las que queramos atribuírselas también…- señala Marina hábilmente.

Ambas miran hacia el baño para asegurarse de que Fernando aún no ha salido. La mirada de Marina se ensombrece en ese preciso instante: recuerda a su madre y la poco fortuna- o la falta de sensatez- que tuvo con los hombres... Entonces, como proyectando su pensamiento, le pregunta a Celeste 

-¿Qué ha pasado con el chico que has conocido en la fiesta, hace un par de fin de semanas? Te vendría bien diversificar…

-Ahh, déjame contarme… Ese tipo es muy raro… Me anduvo buscando durante una semana entera. Todo parecía que iba bien encaminado

-Sí, sí, un camino en pendiente, me imagino.- bromea Marina

-Pues sí… Pero quiero contarte el desenlace porque sabe a historia sin final… Nada, después de una semana de intercambio romántico telefónico, quedamos a cenar. Vino a buscarme, apuesto, con flores; impecable yo diría…-

-Sí, un clásico. Tiene tu firma. Le faltaba nada más que el caballo blanco... 

-¡Sí, me encantó en general! Lo cierto es que fue una velada muy agradable, divertida, en fin…

- ¿Repetible, no?- ataja Marina, adivinando el pensamiento de Celeste

- ¡Exacto! Después de la cena, estuvimos como una hora en la puerta de mi casa, manos por todas partes, besos apasionados, corazón pulsante… El escenario perfecto para invitarlo a entrar... Lo hago. ¿Sabes qué me dijo?

-Marina sonríe con sus ojos y dice: ¿Aplaudió la moción?

-Que va… Me dijo que prefería subir otro día, que conmigo quería ir despacio porque le gustaba particularmente…  Claro, primero me quedé atónita... Pero luego me lo creí y me entusiasmé. Empecé a entregarme. ¿Es normal, no?

-¿La verdad? Eso es lo que solía decir yo antes de liberarme del cuento hueco, aquél del príncipe que viene a salvarnos de no se sabe el qué. El cuento que escuchamos desde que somos niñas. Yo pienso que hay que olvidarse de eso de planear el amor, aspirar al enamoramiento... -

- Qué sé yo... Lo cierto es que en ese momento me emocioné, hasta que pasaron varios días  y no me volvió a llamar. Yo me sentía confusa, no entendía nada. Así que lo llamé…

-¡No! Grave error… ¡Si no te llama es porque no quiere hablar contigo!- salta Marina

-Ya, ya... Bueno, al fin me atendió… Me dijo que estaba hablando por el teléfono fijo- yo llamé a su celular- y que se comunicaba en cuanto se desocupara. Fue lo último que supe de él…- concluye Celeste un poco frustrada.

-Ay, Celes, me parece que ese tipo tenía novia o algo así. Está claro que algo le ataba, le impedía avanzar. ¿Acaso no aprendiste de nuestra historia de vida?- señala Marina mordaz
Celeste no contesta. Sobre la historia de sus vidas, ya discutieron muchas veces...

Fernando se asoma a través del umbral del baño.  Marina, en un impulso repentino, se dirige apresuradamente hacia él, pretende que se crucen en la puerta. Él parece captar la señal y se mete de vuelta al toilette de hombres. Marina entra segundos después que él,  desapercibida.

Celeste se queda sola, encogida de hombros, bebiendo su copa mientras recuerda al desaparecido chico de las flores y al contador, quién todavía no le respondió el mensaje.  Su abstracción se interrumpe súbitamente, cuando una de las acompañantes de Fernando se levanta de la mesa.  Percibe que ella va hacia el baño. Teme un escándalo…

En verdad lo único que puede hacer es esperar las consecuencias de un eventual encuentro de los tres en la puerta del toilette. Así que no saca la vista de ese rincón.
Inevitable... De repente se escuchan gritos, groserías de muy bajo talante, voces entremezcladas. Los camareros corren hacia el lugar para averiguar qué sucede. Entonces sale la chica sollozando, cubriéndose el rostro, acompañada de su amiga.  Se van directo a la calle. 

Tras unos minutos aparecen, de entre el personal agrupado, Fernando y Marina. Caminan abrazados hacia la mesa donde Celeste los espera expectante.

Fernando le da un beso en la boca delante de todos y le dice: “Espérame aquí. Voy a hablar con Carolina”. Marina tiene el rostro rasguñado, el pelo enmarañado y los ojos colorados de llorar.

-¿Qué ha pasado?- pregunta Celeste asustada

 -Esa loca me ha pegado, me ha tirado de los pelos, me ha insultado. Ha sido horrible…- Marina se queda pensativa, con la mente aún atrapada en el instante de la pelea

- Me imagino… Pero.. ¿Quién es esa chica?

-Supuestamente su novia. El tema es que no es su novia en verdad. Ella cree que lo es.- aclara Marina

- A ver… No entiendo… En cualquier caso está saliendo con ella, puesto que la ha traído aquí, ¿no?- pregunta desconcertada.   

-Saliendo… ¿Qué significado eso? No es su novia... Además eso es un problema de ellos- asevera Marina

-Me parece que él ha sido tremendamente irrespetuoso con ella, al liarse contigo en el baño, a escondidas, dado que han venido juntos- destaca Celeste

- Ha sido maravilloso… No sabes…  Hay mucha química entre nosotros.- Dice Marina, ignorando el reiterado juicio de su hermana.

Suena el teléfono de Marina. Es Ricardo. Celeste la mira, levanta las cejas cual signo de pregunta y Marina niega que quiera hablar con él. No lo atiende.  A los pocos minutos llega un mensaje de texto suyo. Celeste agarra el móvil y lo lee en voz alta: “paso a buscarte a las 12pm por tu casa”.

-¿Qué vas a hacer? ¿No le vas a responder? Son las 11.30pm ya…-

- No, ¿Para qué? Si me ve rasguñada, echa un trapo, me va a preguntar qué ha ocurrido. ¿Y qué le digo? No, no tengo porque darle explicaciones de mi vida

- Bueno... si tú lo dices, ok- Celeste comenta insegura

Ricardo y Marina se conocen hace más de 2 años. Son amigos, amantes. Al comienzo, cuando se conocieron, Marina estaba encandilada de él. Aunque siendo coherente con sus princípios acerca de las relaciones románticas, conservaba una "prudente" distancia. Así que Ricardo resultaba, a veces, ambiguo.

Pese a la aparente incompatibilidad en cuanto a los intereses de ambos, la relación se mantuvo. Eso sí, relegada a la superficie, a las normas de conducta social actual; nutrida de la fugacidad del momento, sin grandes pretensiones.

Así que, dentro del marco establecido, participan activa y recíprocamente de sus vidas: van a sus respectivos cumpleaños, se regalan cositas, se llaman muy a menudo.

Celeste también lo conoce de la misma época. De hecho, se lo presentaron a ella y a Marina a la vez, en una fiesta de amigos comúnes. Ricardo le pareció muy atractivo, un hombre en toda regla... "Lástima que quedó flechado de Marina desde el primer momento",  recuerda mientras escurren de su pensamiento gotas de envidia. Siempre arrinconada, se sentía y se siente como un simple testigo de las necesidades ajenas, que terminan por condenar las suyas a un segundo plano.

Intuye que hay algo más que sexo casual entre Marina y Ricardo. Sin embargo Marina se opone en rotundo a reconocer la existencia de un vínculo más profundo.  Descarta entregarse a una hondura riesgosa que, como ella misma ha dicho, está expuesta a las neurosis añejas. En este caso, puede que el miedo sea su propia manifestación neurótica.

- Yo creo que le deberías contestar a Ricardo. No se merece que lo desdeñes- dice Celeste preocupada

- Sí, estaba pensando lo mismo. Puedo decirle que estoy cansada, en casa, a punto de dormirme. Y que lo llamo mañana.-

- Bueno, está bien, pero mándaselo ahora.  Son las 11.45pm.

Mientras Marina está escribiendo el mensaje, regresa Fernando de la calle. Celeste no se lo puede creer: "¡El gentilhombre ha vuelto!". Marina raudamente le da el celular a Celeste, olvidándose de la tarea. Se levanta de la silla y camina en dirección a Fernando

-Me alegro que ya estés de vuelta- dice Marina mimosa

- Sí, bombón, después de los mimitos que me has hecho en el baño, sería un estúpido si no regresara.

- Sí, me han gustado mucho tus mimitos también- retribuye con una mirada pícara

Empiezan a besarse ardientemente. Ya es sabido que la audiencia les fomenta la pasión. Bueno, depende del tipo de audiencia...

Celeste decide terminar el mensaje y mandárselo a Ricardo. Rechaza con vehemencia vivenciar otro evento sensacionalista, por lo menos durante esa noche. Tiene en claro que su destino está forjado de acontencimientos bizarros. 

La chica humillada, pseudo novia según algunos, ahora desempeña un papel meramente secundario. Y dado que ha perdido su papel protagónico, su colaboración ha sido despachada en un periquete.

Celeste, de a poco- como con recelos de despertar a alguna bestia- agarra sus pertenencias para marcharse. Observa como se van los comensales de la mesa doce, sin siquiera despedirse de la candente pareja. "Parece que la indiferencia por lo ajeno es un denominador común en este local" , medita Celeste.

De pie, vestida, asiste a la pareja que tiende todo su fervor en besos de movimientos integrados: fuertes, suaves, jugosos, parlantes.

"Sobro aquí", piensa y se va. Al cruzar el vestíbulo del restaurante, se encuentra con Ricardo afuera. Acaba de llegar.

-Vengo a recogerlas. He visto que estaban aquí en la página de Facebook de Marina. Y cómo no me contestaba el mensaje, he pensando en acercarlas a casa...

En ese momento salen del restaurante Marina y Fernando en actitud más que afectuosa. Marina va delante de Fernando, por lo que mira hacia él mientras charlan divertidos.

Ricardo se da cuenta en el acto. Cuando Marina gira la cabeza hacia la calle, lo avista. Está pálido, tiene los labios secos y los ojos inyectados. Marina se congela, se queda muda...

-Bueno, era de esperarse... Yo siempre he sabido que no querías invertir en una relación... Aunque confieso que hubiese preferido que terminara de otra manera- dispara Ricardo

Fernando mira a Marina y le pregunta:
¿Estás casada bombón?

Marina niega con la cabeza, en estado de shock. Ricardo observa despierto su reacción, quizás aguardando que ella saliera del trance y al menos se justificara.

Celeste piensa, entre aterrada y resignada: "Ahí empieza otro show... Es una historia sin fin, como la del muchacho de las flores..." 

Fernando parece no registrar la situación, o sencillamente no le importa. "Dáme tu celular bombón que espero que lo de hoy se repita"

Ricardo enloquece. Agarra a Fernando del cuello de la camisa Armani, brama, amenaza con pegarle. Celeste grita alarmada, mientras Marina llora desconsolada.

Previsible. Comienzan a pelearse en serio: puñetazos, patadas, tirones. Finalmente salen los seguridades del local para separarlos... Logran despejar a los hombres poseídos por sus instintos primitivos.

Aparte del soberano escándalo que se ha armado en la puerta del restaurante más solicitado de la urbe, afortunadamente no hay mayores daños físicos. 

No podemos afirmar lo mismo en cuanto a los daños emocionales...

Ricardo se marcha cabizbajo y muy enojado. Celeste está preocupada, por los dos. Marina llora sin decir palabra.

Pasa bastante tiempo. Marina continúa viéndose "informalmente" con Fernando. Siempre comparte anécdotas curiosas, del mundo del modelaje fotográfico, en el que está metida gracias a él. Van a muchas fiestas exclusivas, regadas a alcohol y otras drogas, y ella parece haber descubierto su hábitat ideal. Salvo por el hecho que duerme poco, come mal y consume todo tipo de compuestos nocturnos...

El episodio en el restaurante más solicitado de la urbe- nunca más discutido- va tomando forma de pasado, mientras cultiva sus frutos en el presente y siembra semillas para el futuro.

Celeste ha formado una relación mucho más cercana con Ricardo. Lo llamó al día siguiente del funesto evento, para saber cómo estaba, y a partir de ahí empezaron a verse a menudo.  No se lo contó a Marina. Tal vez porque considera que a Marina no le importa Ricardo en verdad, puesto que no volvió a tocar el asunto y tampoco tomó medidas para cambiar la impresión de él acerca del suceso.  O, tal vez, porque no tiene el suficiente valor para confesarle a Marina los sentimientos que alberga - y alimenta- en relación a Ricardo.

Marina anda muy ocupada con innúmeras actividades sociales. Cada vez que se encuentran es para hablar de los chusmeríos de la farándula... Celeste está aprensiva, en el fondo. Está disfrutando de lo que construye con Ricardo pero a la vez observa como su hermana se vuelve cada vez más frívola. Sorprendentemente alejada de su verdadera esencia...

Ya dice la sabiduría refranera: a veces el silencio es peor que la mentira. En una noche determinada, en uno de los pubs de moda de la urbe, se encuentran Celeste y Ricardo. Y por supuesto, según las leyes universales de la probabilidad, se cruzan con Marina y Fernando.

Marina luce muy alocada, muy high... Y Fernando, cortés y voluble caballero, está sintonizado en el mismo canal. Ellos no han visto a Celeste y Ricardo. Pero Celeste y Ricardo observan atentamente la secuencia, desarrollándose en unos de los sillones de cuero terracota del pub estilo inglés.

-Estoy realmente preocupada- suspira Celeste.

-Bueno, tranquila... Puedes charlar con ella mañana. Intenta aconsejarla sobre su corriente estilo de vida... Tal vez te haga caso...

-Creo que voy a hablar con ella ahora

-¡¿Ahora?! ¡No! No, me parece una buena idea...

-¿Por qué, no? Quizás, tal y como está, yo que sé... Puede pasarse de la raya... - comenta Celeste aflijida

Ricardo la abraza para intentar calmarla un poco. En ese preciso instante, grita desde el otro lado del salón, nuestro bien "ubicado", colocado,  Fernando: ¡¡¿¿Pero sí ahí están Ricardo y Celeste, no??!!

Marina se despierta súbitamente. Se levanta y camina determinada hacia Celeste....

-¡¿Así que son parejita, hein?! ¡¿Cómo no me lo has contado?!

Celeste tiembla entera. En un momento se tambalea, Ricardo la sostiene visiblemente alarmado

-Ah, bueno, bueno... Es que están enamorados... ¡¿Cómo me has podido traicionar así?!- grita Marina descontrolada

Fernando no registra nada, como de costumbre, parece que no le importa. Está en otra órbita, literalmente en esta ocasión.

Celeste empieza a llorar, está mareada, le baja la presión arterial. Marina sale corriendo hacia la calle, agarra su auto en el estado en el cual se encuentra. Arranca con furia y desaparece en un tris.

Fernando, con la voz arrastrada de noches de mucha fiesta, grita: "¡Bombón, espérame que estoy sin auto, voy contigo!", tropieza con un banco del bar y se ríe de su torperza de adicto.

Ricardo ahora también se preocupa por Marina. La llama al celular. No lo atiende. Insiste. Nada. 

Entonces le dice a Celeste que opina que es conveniente que vayan detrás de Marina. Celeste asiente débilmente. Le dan un medicamento para que se recomponga y salen disparados.

El pub está a las afueras de la ciudad, así que deciden ir por la carretera que conduce a la casa de Marina. Hace una noche opaca, con luna menguante. No se ve muy bien.

Tras pocos kilómetros en penumbras, Celeste consigue ver un auto volcado, que está en el otro lateral de la carretera colindante. Deciden averiguar si hay accidentados. A medida que se acercan, el rostro de Celeste se va poniendo pálido, con expresión de terror...

¡Es el auto de Marina! ¡Oh Dios mío!- y llora como un bebé al nacer. 

Marina está atrapada entre los engranajes retorcidos, aún humeantes. Yace inconsciente. Celeste se acerca, desconsolada, intenta hablar con su hermana del alma. Pero Marina no responde.

Ricardo llama a la ambulancia. Se va hacia Celeste y la abraza, sosteniéndola, ya que sus piernas han perdido la fuerza

Se acercan las luces de la asistencia. Sin embargo la luz, el pulso, la vida de Marina, se ha apagado hace ya algunos minutos...








No hay comentarios:

Publicar un comentario